La imagen colectiva del gato independiente nos ha hecho creer durante mucho tiempo que los perros son las únicas mascotas con cierta dependencia. Una vez más, la realidad rompe el mito y nos demuestra lo contrario: según cómo hayas criado a tu minino, podría requerir cada vez más atención. Hasta el punto, como ya adelantábamos en el título, de exigir que estés mirándole o dándole mimos cuando come.
Los gatos son animales de costumbres. Esto quiere decir que se aferran a las rutinas para sentirse seguros: si tu amigo te ha tenido cerca desde pequeño mientras se alimentaba, le costará mucho asumir tu ausencia cuando crezca. Correrá a buscarte si te alejas y se negará a tocar el plato hasta que regreses. En definitiva, esta actitud puede ser un verdadero problema los días que no estés en casa por trabajo u otras causas.
Si detectas tal grado de dependencia en tu gato, es hora de tomar cartas en el asunto. Los expertos recomiendan es trasladar el comedero a otro punto de la casa, buscando siempre un lugar con las condiciones idóneas de salubridad y temperatura para que no se agobie. Nunca te quedes en la habitación mientras olisquea el alimento ni le metas prisa. El segundo paso es introducir un refuerzo en forma de lata húmeda, paté o similares. Cuando lo hagas, procura marcharte de casa un rato y premiarle al volver si ha hecho lo correcto.
Cuando el minino continúa exigiendo compañía y se niega a comer a pesar de todos los esfuerzos, la solución es recurrir a un etólogo felino. Ten en cuenta que podría haber otras causas detrás de su falta de apetito: alergias alimenticias, alguna úlcera estomacal o que haya elementos del hogar que le provoquen estrés. ¡Nadie dijo que tener un gato fuese fácil!