El albinismo es un trastorno que reduce o elimina el pigmento melanómico de la piel, el pelo y los ojos. Es una condición que solemos asociar a humanos, pero también se reproduce en el reino animal: cocodrilos, monos, erizos, tortugas… y, por supuesto, ¡perros y gatos! Y tal vez hayas visto alguno, o esté conviviendo contigo, sin que lo sepas.
El albinismo no solo define al animal en términos estéticos, sino que afecta a su protección natural contra ciertos efectos del sol: le vuelve más propenso a sufrir enfermedades de la piel o quedarse ciego por una exposición constante a la estrella. En el caso de los gatos también se relaciona con sordera progresiva. Su vida es, en general, más corta y de menor calidad.
Un ser vivo solo nace albino si fue concebido por dos portadores con la misma característica: esto es, que si su padre y su madre presentan albinismo, él también lo hará. Si es puro se caracteriza por tener el pelaje blanco o rubio platino, la piel rosada y los ojos muy claros, casi siempre azul claro.
A menudo se confunde con otra particularidad genética llamada ‘leucismo‘, que solo decolora el pelo y no afecta a las defensas de la mascota. La diferencia sí es claramente visible en otras especies, donde el albinismo da lugar a ojos de un llamativo color rubí.
Si hay un peludo albino en casa tendremos que llevar el doble de cuidado con todo. Dada la fragilidad de su piel, busca collares blanditos que no le dañen y hazte con un bote de protector solar para peludos. Los perros requieren medidas extra porque necesitan salir a la calle para divertirse, socializar y hacer sus necesidades, así que lo mejor es ponerle algo de ropa y llevar encima unas gafas de sol adaptadas.
El albinismo da lugar a seres realmente bellos, pero no hay que olvidar el sufrimiento que les genera desde cachorros esta deficiencia de melanoma. En consecuencia, hay quienes plantean la esterilización como una forma de evitar nuevos casos.