Aislamiento, tendencia a marcar el territorio, acicalamiento excesivo, cambios posturales… Si tu gato ha cambiado su forma de actuar y has reconocido en él todos estos síntomas, podría estar atravesando un episodio de ansiedad felina. Te explicamos en qué consiste y cómo puedes ayudar a tu amigo.
Lejos de lo que supone el imaginario colectivo, los gatos son animales domésticos altamente sensibles y propensos a sufrir bajones emocionales, estrés y ansiedad. Detectar la causa exacta es muy difícil, pues cada minino reacciona de manera diferente al mismo estímulo al igual que nos sucede a los humanos. Sin embargo, un dato a tener presente es que, por lo general, asumen mal los cambios bruscos. Con ello nos referimos a situaciones como la llegada de un nuevo miembro a la familia, viajes o mudanzas repentinas.
Independientemente de la causa, existe un conjunto de situaciones comunes que hemos de aprender a identificar para poner remedio a la situación cuanto antes. Vanessa Carballés, doctora del centro clínico felino Gattos, indica los siguientes cambios en el comportamiento del gato ante una situación estresante o traumática:
• Aumento de las horas de sueño y aislamiento social.
• Irritabilidad creciente ante los estímulos ambientales.
• Marcaje del territorio con orina o heces.
• Pérdida de apetito, con la consiguiente reducción de peso, debilitación de la musculatura y riesgo de sufrir lipidosis hepática (exceso de grasa en el hígado).
• Cambios posturales. El gato camina agazapado, con la cabeza por debajo de la altura de la cruz o la cola enroscada en el cuerpo.
• Aumento del acicalamiento que desemboca en alopecias y heridas en la piel. Si no se controla a tiempo puede convertirse en un trastorno obsesivo-compulsivo.
• Hiperestesia: contracciones espasmódicas de la musculatura dorsal del tronco, aumento de la vocalización y automutilización del pelo o la piel.
Caballés también se refiere a la aparición de patologías orgánicas como la cistitis idiopática. Esta inflamación, que se presenta en la vejiga del animal y no es infecciosa, puede ser a la vez causa y resultado del cuadro de estrés.
Ante una situación de ansiedad prolongada, es vital que respetes el espacio del gato. Aprovecha para investigar el origen de su malestar y eliminarlo en la medida de lo posible. También puedes modificar el entorno añadiendo estímulos positivos, de manera que el pequeño recupere su actividad normal poco a poco.
Si no dispones de un rascador con plataformas, es el momento de adquirir uno; a los gatos les encanta trepar hasta zonas elevadas. También puedes hacerte con pelotas dispensadoras de pienso, o esconder alimento húmedo en lugares insospechados, para transformar la comida en un juego. De igual forma, procura colocar agua fresca en más de una habitación y dentro de recipientes anchos. Si la temperatura en el hogar es elevada, nuestra recomendación es que añadas un poco de hielo.
A modo de suplemento, resulta positivo el uso de collares, pipetas o sprays antiestrés. Estos artículos, a la venta en la tienda de Mascotetes, contienen las mismas feromonas que producen las hembras felinas al amamantar a sus cachorros. Sentirlas hace que el gato se relaje y pueda superar por cierto tiempo aquello que le agobia.
Respecto al collar, es necesario aclarar que necesita cierto tiempo para actuar, debe mantenerse alejado del agua y su efectividad es de unos 30 días. Cuando el gato no lo lleve puesto, has de guardarlo en una bolsa sellada, lejos de humedades y en un lugar a temperatura ambiente. En ningún caso debe ser entendido como un remedio de uso frecuente o sustitutivo frente a la ansiedad.
Si nada de lo anterior hace mejorar a tu amigo, el siguiente paso es llevarlo cuanto antes al veterinario para someterlo a tratamiento farmacológico.