Cada ser vivo de la naturaleza tiene un lenguaje corporal muy particular para relacionarse con el mundo que le rodea. Algunas de las actitudes que entendemos como extrañas o divertidas en nuestros perros y gatos son la mar de normales para ellos. Morderse la cola es uno de esos comportamientos particulares que no pasan desapercibidos.
Si crías o has criado cachorros, te habrás percatado de la frecuencia con la que brincan o giran sobre sí mismos para alcanzarse la extremidad. En este caso no hay nada de qué preocuparse: hasta que descubren estímulos más emocionantes, el movimiento de su propia cola les puede resultar emocionante. ¡Y es divertidísimo verlos retorcerse!
El problema llega cuando esta actitud persiste con el tiempo, convirtiéndose en una costumbre más de tu perro. Uno de los motivos más comunes suele ser la aparición de pulgas o garrapatas, cuya picadura desencadena infecciones cutáneas. De igual forma ocurre con la alergia al polen, algunos productos químicos y ciertos alimentos. El escozor puede llevar a tu peludo a lamer y morder su cola para aliviarse, causando los primeros síntomas de una dermatitis: falta de pelo en la zona, hinchazón, pus…
También puede deberse a heridas durante sus visitas al parque, una mala higiene o parásitos anales. En este último caso, el perro desprenderá cierto olor fétido y arrastrará el trasero por el suelo intentando frenar el picor. Asimismo, este es un comportamiento que se asocia a dolores crónicos en la cadera o la columna vertebral, ya sea por lesiones involuntarias, amputación de la cola, defectos de nacimiento o como resultado del envejecimiento.
En cuanto al origen psicológico de este comportamiento, hay multitud de explicaciones. Si tu perro tiene la cola amputada, es probable que a veces note cierta ausencia y quiera encontrar lo que le falta. Por otro lado, suele relacionarse con aquellas razas que son más enérgicas (pastor alemán, akita, shiba, retriever, galgo…) y necesitan un nivel de actividad diario muy alto para vivir felices; de no proporcionárselo, caen en una espiral de frustración y tristeza. Esto, por lo general, acaba en un Transtorno Obsesivo Compulsivo difícil de curar.
Someterlo a una revisión concienzuda en casa será lo mejor. Primero localiza posibles heridas, ofrécele un baño relajante con productos para pieles irritadas y, una vez seco, aplícale una pipeta. Para brindarle una mayor protección ante posibles vecinos indeseados, hazte con un collar antiparasitario. Si al cabo de unos días continúa mordiéndose la cola, toca buscar otras soluciones.
Cuando la sospecha recae en problemas de salud profundos, siempre os recomendamos que realicéis una visita al especialista más cercano. De manera paralela a su tratamiento médico, siempre podéis apostar por refuerzos en forma de difusores o complementos alimentarios como Cronicare. Todo depende del diagnóstico.